23 May Reflexiones de madre: La llegada de un hermano

Reflexiones de madre: La llegada de un hermano

Una de mis grandes preocupaciones durante el embarazo era que mis dos hijos mayores no sufrieran con la llegada de Samuel a casa. Tener un hermano supone tener un nuevo amigo, un apoyo, un compañero pero eso será más adelante porque al principio no es todo tan bonito como lo pintan.

Para un niño pequeño tener un hermano, no mola: compartir su casa, compartir sus mimos, compartir su tiempo, compartir sus juguetes… Hay una gran lista por compartir pero en definitiva el problema mayor radica en compartir a sus padres.

Una vez me dieron un ejemplo sobre este tema y voy a decorártelo para que te asomes a esta realidad conmigo:

Imagina que tu marido llega a casa un día con Gisele Bündchen, ¿no creerás que sabía escribir su apellido?, San Google me lo ha chivado.

El caso es que llegan a casa y tu marido te dice: «Cariño, esta es Gisele y a partir de ahora va a quedarse en casa con nosotros, la voy a querer tanto como a ti, va a dormir conmigo hasta que se adapte y voy a abrazarla más incluso que a ti. Tendrás que compartir todas tus cosas con ella e iréis a todo juntas y además nunca me voy a a enfadar con ella porque es más pequeña que tú. Por el contrario voy a esperar más de ti puesto que has sido la primera y en situaciones de tensión las posibilidades de que te caiga a ti el chaparrón serán máximas»

¿A que visto así no mola tanto?

Quizás sea esto lo que ellos están sintiendo, quizás no.

Desde la llegada de Samuel, nuestro día a día es más caótico y hay cosas que me están resultando inevitables:

• Tengo menos tiempo: quiera o no quiera mi realidad es que paso menos tiempo con ellos. Cambiar pañales, dar pecho, bañar al bebé, preparar cenas, mochilas y ropa del día siguiente… Las tardes entre semana son muy cortas, entre deberes, extraescolares y todo esto que te cuento hay días que pasan sin pena ni gloria y no me gusta nada.
• Tengo menos paciencia: estoy cansada, muy cansada, me sacan de quicio antes de lo normal. Les regaño más y luego me siento mal.

También he notado cambios buenos:

• Tienen más autonomía: les llevo preparando todo el año y se han vuelto más autónomos: se bañan y se visten solos, se preparan el desayuno, meten sus merenderos en la mochila y sus mochilas en el coche, hacen sus deberes solos (casi siempre), juegan entre ellos a ratos (sin pedirme que juegue con ellos todo el tiempo)
• Están madurando: me siento muy orgullosa.

A la niña le está costando un poco más, es la mayor, de la que más esperamos todos y a la que más exigimos. Mateo tira mucho de ella y aunque eso es bueno, a veces la satura un poco… Tiene comentarios y comportamientos que no son normales en ella que tiene un carácter alegre y siempre está dispuesta a ayudar y regalarnos su sonrisa. Con un montón de mimos y charlas de su madre pesada confío en que pronto mejorará.

El niño era el que más temía, todo el mundo me decía: «ya verás, con lo enmadrado que está, lo va a pasar fatal» y terminé por creérmelo. Nada más lejos de la realidad, Mateo ha demostrado que todos metían la pata, está contento, cariñoso, divertido y responsable. Ha adoptado el papel de hermano mayor y está encantado.

Esto no ha hecho mas que empezar, con el tiempo serán una piña, ya lucharé yo por ello.

Me voy que hoy tengo fotos con una ratita de 10 días y estoy deseando conocerla.

Muchas gracias por seguir ahí.

¡Te deseo una feliz semana!